En las flamas y las lámparas incandescentes la temperatura de color está relacionada directamente con la temperatura calórica de la fuente pero no es este el caso de las lámparas de descarga o los LEDs. Por ejemplo, en estos últimos se produce una radiación de longitud de onda ultravioleta que luego es transformada en luz visible por la presencia del fósforo que los recubre. La mayor o menor presencia de este elemento determina el color de temperatura de la fuente: entre más fósforo más cálida será la luz.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la temperatura de color no está relacionada con el índice de reproducción cromática. Los LEDs, por ejemplo, tienen por naturaleza una mayor presencia del espectro azul, mientras que las lámparas de tungsteno –o la flama de una vela– tiene un espectro más continuo. (La discontinuidad del espectro lumínico tiene efectos sobre las personas).
El contraste entre tonos cálidos y fríos puede ser empleado en el diseño de iluminación, para hacer énfasis en los espacios, en ciertas zonas o detalles. El uso de varias temperaturas crea una atmósfera artificial, pues ciertamente esto ocurre rara vez en la naturaleza, y si bien no sería deseable en espacios cotidianos, en otros sitios particulares su empleo correcto ayudaría a destacar espacios a través de la iluminación. Por ejemplo, se podrían realzar determinados objetos en el lugar o ciertas características de la arquitectura con tonos fríos mientras que el resto del espacio permanece cubierto bajo tonos cálidos.